Pasaron. Es un hecho.
Cualquier sociedad es la consecuencia de su propia historia y la española no es una excepción. La sociedad española es el resultado de siglos de poder oligárquico y, más recientemente, de un genocidio premeditado y planificado contra toda persona capaz de actuar política o socialmente en favor de la soberanía popular. Puede sonar duro, pero la sociedad española proviene de aquellas personas de las que el fascismo consideró que, por un motivo u otro, no merecían el gasto de una bala; que eran fácilmente controlables y susceptibles a los valores del nacionalcatolicismo.
A semejante punto de partida hay que sumarle el efecto de casi ochenta años de control sobre los medios de comunicación de masas, sobre nuestras escuelas y sobre nuestros juzgados. No se trataba sólo de controlar a las generaciones de supervivientes a nuestro holocausto particular
, se trataba y se trata de moldear a medida a las siguientes generaciones.
El resultado no podía ser otro, una sociedad inculta, primaria, débil y cobarde. Carne de toros, fútbol, televisión basura y lemas patrioteros.
Pero se equivocaron. Erraron el cálculo. Entre las supervivientes del holocausto quedaron muchísimas personas leales a los valores republicanos y/u obreros. Entre las generaciones posteriores existen muchísimas personas con sentido crítico y, por tanto, refractarios a las versiones oficiales, verdades de púlpito y sentidos comunes. Existe todo un sustrato sobre el que reconstruir el tejido social que aún hoy yace en nuestras cunetas.
Son muchas las personas con suficientes formación y conciencia políticas. Se encuentran en el momento y lugar equivocados. En una coyuntura en la que organizarse políticamente al margen de y contra la versión 2.0 del franquismo es complicado e incluso peligroso. En una coyuntura en la que cuestionar el capitalismo es complicado e incluso peligroso. En una coyuntura en la que sólo alzar la voz o tener una producción artística disonante te puede llevar a la cárcel. Puede que estas personas esté políticamente inactivas, pero ¡están!
Y hay distintas formas de inactividad:
1. La de las tierras baldías o estériles.- Da igual que las cultives o no porque no dan para más.
2. La de las tierras incultas.- No se cultivan porque así lo decide el señorito terrateniente de turno, pero darían grandes cosechas si se cultivaran.
3. La de los barbechos.- No se cultivan durante un tiempo para que recuperen su nivel óptimo de nutrientes. Pasado ese tiempo, vuelven a ser cultivadas y a producir cosechas espectaculares.
Salud y República social.
Un blog personal dedicado a la opinión política. Una válvula de escape para reducir el nivel de frustración y, quién sabe, quizás una oportunidad de conocer a personas afines de cara a organizarnos políticamente por un estado socialista radicalmente democrático. Salud y República social.
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